martes, 6 de abril de 2010

...La Tierra Original ...

El hombre pertenece a un pueblo, a su tierra, a su pasado. No podemos ignorarlo. Podemos intentar olvidarlo. Pero los acontecimientos se encargan bien pronto de recordarnos Las fuentes de la vida. Nos aproximan primeramente a los hombres de nuestra misma sangre: avergonzada o luminosa, la familia nos enlaza al tiempo, cada vez más estrechamente. Cada vez con mayor dureza. A veces nos ahoga. Pero jamás nos desprendemos de ella. Nos estremecemos en cuanto la sangre en juego. La sangre tiene razón. Nos unimos a los que tienen nuestra sangre misma como si nuestras venas fueran comunes, como sí la familia entera no tuviera que un corazón, un corazón que proyecta la misma sangre en cada uno de nosotros y nos ata a todos a un solo centro vital. Lo mismo ocurre con la tierra. No nos podemos evadir de ella. No somos más que una unidad con los demás hombres de nuestra patria. Pasado del país nuestro es el fondo de nuestra conciencia y de nuestra sensibilidad Todo, en nuestra tierra, es como sobrevivir, como renacer. El Pasado de un país renace en cada generación como la primavera se renueva en cada germinar. Podemos cambiar, recorrer el mundo, distraer nuestro espíritu: es igual. El país, eterno, llenará de sangre nuestro corazón. La voz gangosa de una transmisora que nos trae las ondas vagas del país lejano, que no hemos creado pero que nos domino, basta para que los recuerdos, los lazos, las leyes, surjan de nuevo como joyeles engarzados indestructiblemente en la trama de nuestros días atormentados.

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