con tenacidad organizó la lucha de liberación del Movimiento Nacionalsocialista y prontamente la bandera de Adolf Hitler estuvo firmemente clavada en el rojo territorio del Ruhr. El hecho de que para el Día del Partido de Weimar, en 1926, obreros de la zona, obreros nacionalsocialistas del Ruhr se hicieran presentes fue la resultante de esa labor. Y elFührer se lo agradeció al Doctor. Rápidamente se percató de lo que este hombre podía dar al Partido y le encomendó la más difícil, pero al mismo tiempo la más honrosa misión que el Movimiento podía otorgar: conquistar para la esvástica a Berlín, la ciudad el corazón del Reich, la capital. Casi imposible se presenta, semejante empresa. Qué son algunos centenares de nacionalsocialistas en la ciudad gigantesca, en la cual hace años la socialdemocracia y el comunismo tienen en sus manos a la mayoría, en la que gigantescos desfiles con las banderas rojas de la comuna se realizan en las calles, en las que ni una sola manifestación burguesa ni nacional puede transcurrir sin que sea perturbada? Una ciudad en la que no sólo el gobierno del Reich, sino más aun, el gobierno marxista prusiano suprimian y desbarataban cualquier intento de formación de un frente nacional.
El 9 de noviembre -este día parece estar determinado por el destino para jugar en la República de Weimar un papel siempre reiterado- de 1926 llega a Berlín. Y comienza un combate sencillamente sobrehumano. En pocos meses el nuevo Gauleiter limpia el Partido, expulsa a los elementos negativos, con los restantes forja un bloque duro como el acero, de decididos combatientes. Bajo su dirección la SA de Berlín se transforma en una tropa preparada para ofrecer resistencia a cualquier adversario.
Ningún tipo de persecuciones puede aniquilarlo, ninguna clase de acusaciones, abatirlo. Y cuando hubo pasado un año, no obstante la prohibición y el terror, puede enviar 700 hombresSA berlineses al Día del Partido de Núremberg. Combatientes fanáticos de la Idea, testigos para millares que entretanto se congregaron en Berlín en torno del estandarte de Adolf Hitler y que estaban con él, estuviese o no prohibido el Partido.
Nunca su propaganda hubiera tenido éxito si desde el comienzo no hubiese estado edificada sobre la verdad sin concesiones. Nunca mintió al pueblo, nunca lo engañó con adulaciones ni, como pregonero de mercado, ni le ponderó algo que después resultó ser mentira. Eso se lo dejó a los señores de la socialdemocracia, a los señores de los 36 partidos "alemanes". Su propaganda consistió en la absoluta honestidad, en esa veracidad intransigente, fanática, que permanentemente llama la atención como signo más descollante del Movimiento Nacionalsocialista. Y todo su accionar no fue otra cosa que decir incesantemente al pueblo la Verdad, en propagar la realidad y la fe inconmovible, la esperanza y la decisión, la lucha y el coraje, la confianza y la unidad.
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