La mujer en nuestra tradición Europea, no surge de la necesidad de dar compañía al solitario hombre rey del paraíso. No surge de la costilla de Adán mientras él duerme, como una posesión más del hombre ni como su pertenencia dependiente. Surge simultánea y distinta, ambos habitan Midgard, ambos lo pueblan.
Ahí es donde surge la primera distinción entre la mujer europea y la judeocristiana, en su creación ocultada posteriormente por la cristianización de Europa, una persona que junto a otra y con igual origen y valía crean un pueblo, una raza. Distintos en sus atributos los cuales, precisamente, confieren así la posibilidad de creación y repoblación, de sucesión y supervivencia.Partiendo de esta base, la espiritualidad de la mujer blanca viene dada por esta idiosincrasia marcada en la memoria histórica de cada cual, y en la colectiva de todo un pueblo, el pueblo blanco.
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